viernes, 20 de febrero de 2009

Magistra dixit.

ANTONIO GARCÍA BARBEITO

Martes, 17-02-09

Está más o menos claro que cabrita que tira al monte no hay cabrero que la guarde, pero es muy cierto y está muy claro que si el que tira al monte es el cabrero, rara será la cabra que no acabe tirando. Yo sé que es duro hablar de esto cuando son días de llantos, de encender velas y escribir pancartas pidiendo penas gordas para los asesinos de palomas, días de unirse al dolor de la familia de esa muchacha sevillana, Marta, cuya muerte nos agrupa clamando contra la barbaridad y por el fin de este desmadre de violencia, pero no podemos hablar sin salirnos del círculo de la culpa, no podemos señalar sin incluirnos, no podemos analizar sin analizarnos, porque también nosotros somos culpables, en la medida que cada cual considere, de cuanto de malo pasa entre los jóvenes.

No se le quita el hambre de ayer a la yegua dándole doble pienso a su potrillo, y muchos padres de hoy han querido remediar su pasado dándoles a sus hijos lo que ellos no tuvieron. Se nos olvidó que no hay capital como el del afecto, la educación, la disciplina, la responsabilidad. Una vez, es una de sus fincas, una mujer rica y soltera, cuando le comentábamos la hermosura de sus propiedades, nos dijo con tristeza a los íntimos: «Cambiaría todo esta herencia materna por el abrazo que nunca me dio mi madre». Nadie puede saber si muchos de estos muchachos que ahora parecen felices en sus noches peligrosas, que viven su juventud aparentemente servidos de todo cuanto de lujo puedan apetecer, mañana exclamarán lo de la rica heredera.

Porque es cierto que les damos de todo a los hijos, pero no sé si en ese «de todo» va incluido el afecto necesario, la necesaria cercanía de la educación, la disciplina, la responsabilidad, los más elementales códigos de conducta. Comprarle una moto, un coche, un ordenador, un teléfono móvil pueden ser signos de afecto, pero no es afecto puro. Hablo del roce, de las horas con ellos, de vivirlos, de conocerlos, de saberlos, de sentirlos... Hay en la juventud mucha cabra que tira al monte, pero también hay muchos cabreros. De modo que cuanto ocurre también es, en parte, por nuestra culpa, por nuestra grandísima culpa.

barbeito@abc.es