martes, 11 de noviembre de 2008
Me gusta Alvite.
Fuente: Angelcaido. Larevelacion.com
Muchacho, cuando leas a Alvite entenderás que el resto del tiempo lo has pasado entre prospectos de jarabes. Comparado con su estilo, muchos clásicos parecen propaganda de colegio de monjas con erratas. Dios santo, las frases de Alvite se te pegan al cuerpo como un olor, como el del humo de la noche anterior.
Comencé a leer a Alvite mucho tiempo después de que él terminara de empezar a escribir. Hará unos diez años, recién creada
Desde entonces, todos hemos pasado algunas malas rachas. Alvite incluido. Una vez dejó de escribir y se perdió del mapa, mientras Carlos Herrera hacía llamamientos desde la radio para que alguien encontrara a este periodista que trabaja en la ventanilla de un banco, barajando como un tahúr billetes de cinco y de diez y escribiendo metáforas en el dorso de los cheques sin fondo. Al tiempo, Alvite apareció, y desde entonces ha seguido publicando columnas, en
Ahora, como dice el Herrera, los alvitistas son legión. De hecho, debemos de ser bastantes, ya que en Ézaro Ediciones han publicado hasta dos recopilaciones de artículos suyos: Historias del Savoy y Almas del nueve largo. De tipos así, más allá de clasificaciones, o sea, a los típicos a los que se llama escritores malditos y zarandajas por el estilo, lo que uno querría saber es por qué escriben, cuál es el impulso primario, la chispa que hace arder esa hoguera de palabras. El propio Alvite confiesa: “De chaval me dijo mi padre: hay dos maneras de estropearte la letra, hijo, la masturbación y el periodismo”. Y ya ves, consiguió una malísima caligrafía de estilo envidiable.
Las historias de Alvite ocurren en un imaginario tugurio neoyorquino llamado El Savoy. Él nunca ha estado en Nueva York, pero después de sus columnas el alcalde de aquel¿Cómo es el Savoy? Las copas saben a novela negra y el ambiente está tan cargado que a veces es difícil ver el humo. “Suprimirle el humo al Savoy sería como limpiarle la sangre a Cristo y convertirlo en un surfista hawaiano”, dice su creador, que sale del banco, come en casa, se va por la tarde a escribir al periódico y después pasa la noche en garitos de luz tenue y música suave: jazz, blues, country… Sus gustos musicales son de fiar: “Sinceramente, a mí lo que me sugiere el renacimiento de la música latina es un análisis de sangre”.
Sigo leyendo a Alvite en la web en El Faro de Vigo, y desde que
Pero, dios santo, cómo me gustaría que me dejaran entrar en el Savoy, a deshoras, por la mañana, para anticiparme a la gente de la limpieza, para rebuscar entre las servilletas arrugadas de la noche anterior, para mirar debajo de los posavasos, allá donde Alvite, la noche anterior, hubiese ido apuntando sus metáforas. “Me gustaría saber cómo hizo Sinatra para caer tan alto”. A mí me gustaría saber dónde está todo ese material que él afirma haber ido tirando a lo largo de las décadas. Me gustaría saber de dónde saca cosas como esta: “Detesto relacionarme con esa gente aburrida y saludable con la que únicamente podrías coger el vicio de no fumar”.